martes, 18 de febrero de 2014

Domingo de lluvia-Luis Sepúlveda

No es Domingo y no llueve, pero este siempre ha sido mi favorito.

En la calle llueve y usted está parado en la puerta de su casa esperando a que el cigarrillo termine de consumirse entre sus labios.Está pensando adónde irá precisamente.Hoy es domingo, y los domingos son culpables de la soledad de las veredas.Usted tiene un paraguas en una de sus manos, es un paraguas negro que, plegado, tiene algo de pájaro siniestro.Usted abre el paraguas sin preocuparse de sacudirlo varias veces antes de hacerlo. Y entonces es usted responsable de todos los recuerdos que caen sobre su cabeza.Usted empieza a caminar bajo el paraguas y siente que es demasiado grande. La misma sensación de arquitecturas abandonadas sobreviene al contemplar el asiento vacío del auto, o al mirar la mitad de la cama desierta, inútilmente grande. Esa soledad de las camas donde crecen con tanta fertilidad los hongos del olvido.Más allá del paraguas cae la lluvia y, bajo el paraguas, llueven también húmedas reminiscencias de otros días que le hacen a uno sentirse culpable por no haber tomado las precauciones necesarias.Usted sigue caminando bajo el paraguas. Lo cambia de mano, realiza todos los trucos inútiles del hombre solo al comienzo de un domingo, trata de convencerse de que lo ocupa todo, de que nada ni nadie falta bajo la tela negra. Pero sus tretas sólo aumentan su soledad de caminante dominguero.Usted siente entonces el eco de sus pasos. Ese timbal urdidor de rumbos forzados, látigo de galeote o de redoble de tamborcitos de hojalata que conducen al guiñol hasta la guillotina.Usted siente entonces unas ganas irrefrenables de llorar, y naturalmente puede hacerlo.Bastará con que baje el paraguas hasta que la perspectiva reluciente de la calle se borre en el presente de tela negra que bloqueará sus ojos y no vea nada más que el juego de varillas, esas costillas plateadas de murciélago matinal, y, si piensa que alguien puede verlo, bastará con que cierre discretamente el paraguas con su cabeza metida entre las varillas, como si estuviera comprobando la perfección del mecanismo mientras la lluvia cae sobre sus hombros, que a ratos se estremecen, y sus lágrimas se confunden con la humedad de la tela.

domingo, 9 de febrero de 2014

How i met your mother y el arte de sanar

{Si no quieres enterarte de lo que ocurre en esta serie o en su novena temporada, no sigas leyendo}


Para los que no son familiares con esta serie estadounidense, está en su última temporada, a solo seis capítulos del gran final.
La historia se centra en Ted Mosby y su vida como un soltero en New York. El les cuenta a sus hijos adolescentes sus vicisitudes y peripecias para encontrar al amor de su vida.

En los últimos capítulos hemos sido testigos del cierre definitivo de tres historias de amor. De La Madre con su prometido muerto, de Ted con Robin y de Barney con su pasado mujeriego.
Los dos primeros personajes, que están destinados a encontrarse a penas la serie vuelva de su nuevo hiatus en dos semanas, acaban de cerrar sus respectivas historias con quienes, en algún momento de sus vidas, pensaron que eran sus grandes amores.

 Hemos visto temporada tras temporada los intentos de Ted por estar con Robin y luego por olvidarla. Pero salir con una cantidad innumerable de mujeres no dio resultado para olvidar a la única mujer que él decidió poner en un pedestal. Ted finalmente se rinde en el último capítulo, Sunrise, emitido el lunes 3 de febrero y declara que aunque el amor que siente por Robin jamás se va a ir de su lado, no pide nada a cambio, solo que ella sea feliz, pero que debe seguir adelante.

“If you’re looking for the word that means caring for someone beyond all rationality and wanting them to have everything they want no matter how much it destroys you, its love. And when you love someone you just don’t stop. Ever. Even when people roll their eyes, or call you crazy, even then, especially then. You just don’t give up, because if I could give up, if I could just take the world’s advice and move on and find someone else that wouldn’t be love. That would be some other disposable thing that is not worth fighting for..”-Ted Mosby

Por otro lado tenemos a La Madre, quien ha rechazado relaciones y oportunidades para no enterrar el amor y los recuerdos de su prometido muerto.
Tanto Ted como La Madre han dejado de lado el verdadero amor por ir en busca de una ilusión o como en el caso de La Madre, por mantenerla.

Pero para amar otra vez hay que sanar, no necesariamente olvidar, sino sanar y seguir adelante. Y eso es lo que nuestros personajes están haciendo para encontrarse y encontrar la felicidad, una felicidad real que los estará esperando cuando estén preparados para volver a empezar.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Persuasión: De aquellas oportunidades que la vida ya no da

Para los que no han leído Persuasión, de Jane Austen, Anne Elliot es la segunda hermana de una familia que se está quedando sin dinero pero sigue aprovechando los lujos de su recuerdo. Como segunda hermana pasa desapercibida entre Elizabeth, su hermana mayor y la mano derecha de su padre y Mary, quien luego de casarse piensa que el mundo tiene que estar pendiente de ella y que por eso debe abusar de su hermana cada vez que la necesita; pero a decir verdad, Anne es la única que se encarga de todo.
La historia comienza con el traslado de la familia Elliot hacia Bath, lugar que Jane Austen odiaba personalmente, y con la noticia de que la familia de él ocupará la casa donde ella creció.

El es Frederick Wentworth y Anne aún lo ama.

Hace ocho años ellos se conocieron y se enamoraron. Ilusionados con la energía ciega que solo da el amor, el primer amor, pensaron en casarse. Pero Anne, persuadida de que sería mejor para ambos, para él y su carrera, seguir caminos separados; lo rechazó.

Este es un libro de segundas oportunidades, de aquellas oportunidades que actualmente la vida no te da. Las distancias, la bulla y el tiempo que corre como si lo estuvieran persiguiendo con un cuchillo no permite ya este tipo de reencuentros.


Cuando los caminos de Anne y Frederick vuelven a cruzarse, ella está aún enamorada y él, al parecer, solo despechado. Dolorosamente él ni siquiera parece recordarla y ella, en su soledad abnegada, se lo permite ya que si él ha sufrido la mitad de lo que ella ha tenido que sentir pues es un castigo que ella está dispuesta a pagar. Pues fue ella quien forzó la separación en un principio.
El primer amor es verdad que no se olvida. Y si se olvida alguna vez es que han pasado muchos muchos años y probablemente perdiste la memoria. El eco de su sensación y los colores de su recuerdo son algo que el alma siempre quiere volver a sentir. Pero primer amor solo hay uno. No se vuelve atrás después de el. Tú ya has cambiado cuando te das cuenta.
Después de ocho años en silencio el corazón de Anne puede volver a vivir y a doler con solo su presencia. Porque es mejor sufrir en su presencia que en su ausencia.

“Unos meses más, y él tal vez pasee por este mismo lugar”.

A Anne se le presenta la oportunidad de salvar su historia y recuperar el amor que creyó perdido y después de ocho años en silencio decide vivir. Ella no es una guerrera, al menos no de las que toman sus mejores armas y salen a la conquista. No. Pero ella con su carácter bondadoso y su temple natural le muestra a la vida y a él que si siguió ese mal consejo y lo rechazó no fue por egoísmo puro sino por amor.


(imagenAmanda Root y Ciarán Hinds en la versión del 95, mi favorita)